Especial de Navidad 2014
Un Dejo de la Memoria
Especial de Navidad 2014.
Ya no lo
recuerdo tan bien, fue hace mucho tiempo atrás. Solo perpetua en mi mente
aquella sensación de desesperanza que rondaba en el aire. En ese lugar donde me
encontraba no había sitio para creer que serías salvado, si llegaste hasta allí
significaba que tus actos te condenaban… y mis muñecas me delataban.
Sí, me
encontraba en el Infierno, aunque por poco tiempo.
Me esperaba
una especie de juicio, me dijo una cortesana del averno. Se supone que todas
las almas lo tienen, para saber si merecen descanso o sufrimiento eterno. Pero
mi alma era especial, y muchos personajes célebres la deseaban, incluso para
luchar por ellas a través de un “juicio”. A mí ya no me importaba nada –La
desesperanza y el letargo les ganaban a la curiosidad-, solo quería estar sola.
Tenía un nudo en el corazón que gritaba silenciosamente el nombre de alguien a
quien le había hecho mucho daño con la decisión que había tomado, y deseaba,
tímidamente que también estuviera allí para reclamar mi alma, aunque sabía que
su orgullo no lo permitiría.
No fue
mucho el tiempo que tuve que esperar para tal juicio, o por lo menos no lo
sentí eterno. La misma cortesana me llevó por un camino obscuro, frío y sereno.
Mi corazón lloraba, y yo lo ahogaba con desdén. Entre la penumbra divisé que el
túnel se transformó en una cámara circular, con puertas ojivales alrededor, en
total, trece agujeros misteriosos, que al mirarlos fijamente sentías el peso
del terror al musitar “¿Algo me está mirando en esa dirección?”. Me sentó la
muchacha en una silla, al medio, y al desaparecer ella dentro de esa horrible
penumbra, una luz me acusó, como si fuera la culpable de un crimen horrendo…
contra mi propia vida. Me percaté que no era una cámara circular donde me
encontraba, era más que nada, una arena, un coliseo infernal. Imaginé como las
almas luchaban encarnecidas contra monstruos que habían creado durante sus
vidas terrenales, todo a favor de la malsana diversión de los habitantes de
esas tierras. Sin embargo, en las tarimas principales alrededor de la arena,
las cuales no eran más de cinco, no habían demonios, sino que… Personajes que
yo conocía bastante bien, o por lo menos sus siluetas me hacían reconocerlos un
poco.
Sobre mis
ojos, un ángel vestido de camisa negra, con alas enormes del mismo color
protegiendo su espalda, me miraba con ojos penetrantemente celestes, y su
cabello gris revoloteaba traviesamente sobre ellos. “Papi” le decía
cariñosamente a Azrael, el Ángel de la Muerte, pero en esa ocasión, no me
atrevía a decirle algo, me sentía mal por lo que había hecho, y por vergüenza
hacia él y mi Madre –Intelectual- una lágrima agria brotó de mis ojos. “No creí
que sería así, tan súbito. Tenía pensado ir por ti en muchos años más. Ya te
veía siendo despedida por tus hijos, tus nietos, ver la vida que ayudaste a
crear antes de venir conmigo… Pero bueno, Destino es tan travieso como yo”. No
sabía qué decir sobre sus palabras, me habían llegado al fondo, y de verdad, no
quería llorar. “Pero bueno, no es tiempo de lamentarse por el hubiera, ¿No lo crees Azrael? Ahora,
vayamos a lo concreto”. Esa voz empalagosamente dulce, me hizo temblar. Yo no
tenía asuntos pendientes con Gabriel, pero ¿Por qué rayos él está acá? Pensé
con miedo. “Yo deseo, querida hija, que estés con nosotros, allá en el Paraíso.
Has sufrido demasiado en esta vida para que lo sigas haciendo, permaneciendo al
lado del Rey de este Lugar. Ven conmigo” volvió a decir Gabriel. Pero no le
creía. Ese tipo no tiene buenas intenciones con personas como yo, que aman a la
Madre Naturaleza por sobre un “dios”.
Simplemente
no dije alguna palabra.
“Esa
muchacha es un ejemplo para mí. Una gran luchadora, digna de los guerreros de
estos tiempos. Quiero que vengas a mi palacio, pequeña, y disfruta con tus
hermanos hasta el Ragnarök”. Esa actitud, arrogante y exquisita, para un viejo
barbón sin un ojo, desgreñado y con una armadura finamente tallada en plata,
cubierta de una piel de un gran oso -pensé en el momento-. Al mirarlo de reojo
mi mano reaccionó, quería tocar esa capa y saltar a abrazar a Odín, el padre
que siempre admiré. Pero me contuve.
Azrael miró
hacia su lado derecho, esperando una respuesta. A su lado izquierdo, el viejo
vikingo escupió, mascullando que el orgullo no lo dejará hablar. Y así fue. No
escuché ninguna palabra, pero en su lugar un leve bufido ahogó mis sentidos. Él
estaba allí, aquel chico a quien le quebré el corazón al correr de una forma
tan cobarde. Una figura se aproximó hacia el puesto a la derecha del Ángel de
la Muerte. Era un joven de cabello largo, puro y salvaje como las nubes en el
cielo. Vestía uno de esos trajes antiguos, afrancesados rojo con negro,
¿Aterciopelado? No lo sé, pero parecía que tenía vida propia, meciéndose al
compás de los sigilosos pasos del Rey del Infierno. Él ya no era mi novio
comprensivo y protector. Era un Rey triste, pero que debía cumplir con su
deber. Se sentó en el trono, y su cabello largo dejó ver su mirada, que me
partió en dos la poca fuerza que me quedaba. “No tengo nada que decir, ella
sabrá lo último que desea”. Su voz amarga, que contenía miles de emociones hizo
que soltara todo lo que estaba conteniendo en mí. Mis sollozos ahogados, sin
embargo, no llegaron a él, ni a nadie. Era mi sufrimiento, y nadie debía verlo.
Por último, una voz maternal y muy familiar se dirigió a mí. “Mi dulce hija,
entiendo el tormento de tus últimos días, pero al igual que Tu Padre, no me
importa en lo absoluto. Tienes un alma maravillosa, y estoy agradecida de que
me hayas amado tanto mientras caminabas al calor de la vida. Ahora, quiero
recompensarte haciéndote olvidar todo lo malo. Ven a mi seno, y serás un
elemental de la tierra como lo deseabas”. Madre, Gaia, lo último que quería era
olvidar lo que me había sucedido. De la mano de mi estupidez se encontraba todo
lo hermoso y cálido que había vivido. Olvidar implicaba despedirme para siempre
de mis memorias, de lo que ese chico significó para mí, de su amor…
“Es hora de
que des el veredicto” sentenció Azrael. “Wow, esto nunca había ocurrido antes,
querida. Espero que seas consiente de eso”. Salvo en ciertos momentos, no
levanté mi cabeza mientras ellos me prometían el mundo feliz que siempre desee
después de morir. Sin embargo, el peso de mi corazón repetía una sola cosa, un
solo pensamiento… Gracias, pensé. “Me siento halagada al ser la única que
escogerá a dónde ir, y gracias, Gabriel, por darle una oportunidad a esta alma
pagana, cuando tus reglas dicen que yo soy una escoria”. Al sentir su ira
chistar detrás de mí, me sentí halagada. “Si hay algo que quiero, es también
agradecer la invitación de Padre al Asgård, pero debo declinar. No me siento lo
suficientemente preparada para ser parte de tu Reino. Madre, lo siento, pero no
quiero olvidar lo que sufrí. Sufrir es parte de vivir, y vivir fue lo que me
llevó a conocerlos a todos”. La única luz que me enjuiciaba de pronto se
esfumó. Yo seguía mirando hacia arriba, pero las sombras consumieron mi vista.
Con ríos de lágrimas brotando de mis ojos, sollocé lo que mi corazón gritaba,
desde que llegué a ese lóbrego lugar. Su nombre.
Del llanto
sucumbí al frío de mi cuerpo, y tiritando me envolví en mis propios brazos,
hincándome en el suelo más frío que el hielo. Repetía su nombre, esperando un
milagro que jamás llegaría. Pero unos pasos retumbaron en aquel piso. Pasos
fuertes y angustiados, que sofocaban un grito desgarrador. Era mi nombre. ¿Los
milagros existen? Solo sé que el Rey del Infierno vino por mí, que respondió a
mi llamado. Sus brazos me rodearon tal como los recordaba. Firmes, acogedores y
protectores. Su aroma dulce y varonil inundó mi cuerpo para nunca soltarlo más.
Nuestros sollozos se confundían en uno solo, ¿En una especie de perdón? Quién
sabe. Sentimos una tercera presencia allí, quien nos dijo que el amor triunfaba
sobre la misma muerte, independiente de cómo ésta haya sido. Una de sus manos
reconfortantes me acarició la cabeza, diciéndome que ella también estaría
conmigo, para siempre, y que su obsequio para nosotros era uno que no podíamos
volver a perder, y de un beso de nuestra madre, la vista se me desvaneció, otra
vez.
Cuando abrí
los ojos, estaba en una cama de hospital, con suero y medicina en mis brazos.
Marcas extrañas no tenía en mis muñecas, solo vendas y otros artículos médicos que
pasaban por otros lados de mi cuerpo. A mi lado, se encontraba mi novio,
recostado sobre mi mano, dormitando, por estar vigilando mi tenue vida.
Despertó al minúsculo movimiento, y me miró aliviado. Mi vida había sido
rescatada, creí, gracias a Madre y este chico.
¡Muchas gracias por apoyo! Estamos muy agradecidos, por lo poco que hemos logrado hacer este año pero del apoyo incondicional que ustedes nos dan (aunque sigan pareciendo mi público imaginario xD).
Es por eso que este años nos propusimos hacerles un regalito especial, uno de mi parte y otra de K1llu7: Mi regalo consta de una nueva sección, relacionada a escritos maduros. Aunque no lo parezca, también pienso cosas relacionadas a la edad que tengo (20) y no siempre es comedia.
De hecho hay unos cómics que son bastante maduros y dramáticos, que tienen que ver con mi interior...
Pero bueno, espero que disfruten de todo lo que viene junto al mundo mágico de Piriland (?), y recuerden que, mis futuros escritos son para mentes abiertas, tanto a la violencia psicológica, el erotismo, ilusiones y recuentos de vidas alternas... Bueno, al choque de la realidad, no? ;)
¡Gracias por todo!
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