PIRILAND MEETS COLLABS

 Buenas, buenas queridos fantasmas!! De hace mil años que no me paso por acá y aunque no lo crean hemos estado trabajando en varias cosillas, proyectos, hemos conquistado tierras lejanas, ¡Y fuera de la pantalla! Quién diría que hay cosas qué hacer más allá del internet.


Hoy quiero revivir este rinconcito mostrándoles una de las cosas que hemos hecho estos meses, y es que participamos en collabs en un grupo de artistas independientes por Facebook. Por esa plataforma hemos mostrado nuestros aportes como Piriland, pero vale la pena mostrarlos por acá.


Se supone que este collab lo iban a publicar, pero algo ocurrió que no lo hicieron:

Prom selfshipping/oc x canon collab




Millie estaba sentada mirando las fotografías que había tomado esa tarde de su querida amiga y los miembros de la familia de locos que componía aquella casa. Ese día era uno que recordarían por siempre ya que la pequeña Pirika estaba a punto de graduarse de la enseñanza media y daría el gran salto a la vida universitaria, aunque no sin antes disfrutar de la glamorosa fiesta de cierre. En esta fiesta de graduación, tal como en la usanza gringa, Pirika y su generación vestirían de etiqueta para celebrar el paso a la adultez y vivirían grandes recuerdos que atesorarían en su corazón.


Por su puesto que la familia quería estar presente en tal elegante momento, y ella junto a Eddie, el primo tercero de Pirika fueron partícipe del ritual para transformarla en la estrella de la velada. Definieron sus rizos, resaltaron su rostro y su cuerpo de la forma más elegante y respetuosa para esta muchacha en pleno florecimiento. Era de esperar que fuese algo complejo llegar a este punto, ya que ella nunca ha sido fan de resaltar su femineidad tanto en su niñez como en su adolescencia y convencerla para que esta noche fuera una excepción había sido una hazaña no de ellos, si no que de un tercero que se ha visto de cerca en la vida de esta chica en los últimos años.


¿Cómo podría Millie definir a Killua? Por supuesto que era parte de esta familia de locos, es el mejor amigo del primo mayor de Pirika, y han vivido juntos los tres por más de siete años. Pero es obvio que mira a esta muchachita con otros ojos, ni a Millie ni a nadie engañaba, si todos sabían que tenían una relación, aunque recientemente habían decidido finalizarla. Millie no tenía muy claro el porqué y a pesar de que interrogó largamente a los involucrados no pudo saber a ciencia cierta los motivos principales que los llevaron a rendirse en su amor. “Es una pena…”, pensaba la muchacha pelirroja observando que en las fotografías este sujeto alto de cabello blanco y largo no aparecía junto a quien fue innegablemente el amor de su juventud, “Se nota a leguas que ambos se siguen queriendo y apoyando”.


Millie no podía sacarse de la cabeza los ojos tristes de Pirika que buscaban al joven entre su familia mientras partía a su gran fiesta. Ella solo esperaba que su amiga pasara una magnífica velada y olvidara, aunque sea brevemente ese torbellino de emociones que le causaba Killua.


No obstante, a pesar del entusiasmo juvenil que desbordaba el casino de la escuela en esos instantes, una Pirika silenciosa prefería ser testigo de la efervescencia del baile y así poner en orden sus pensamientos: Definitivamente no se sentía del todo a gusto en aquel lugar y decidió indagar en su cabeza la razón de ello. Sus emociones eran tan confusas como el repertorio musical elegido para la velada, ¿Era necesario que mezclaran canciones de ritmos tan variados de una forma tan aleatoria? ¿Por qué no hay guitarras eléctricas distorsionadas, o baterías con doble bombo en el repertorio? ¿Por qué no estaban consideradas las voces líricas, o melodías que calmaran su alma? Esta muchacha se había resignado a probar de los diversos manjares reposteros sobre la mesa y observar a su alrededor, antes de moverse con los ritmos electrónicos que ahora inundaban sus oídos.


Podía reconocer a sus compañeros de generación: a aquellos que conocía de hace muchos años, a otros con los que recientemente había compartido algunas clases, unos con los que ya no hablaba y otros que simplemente se habían cruzado por los pasillos de la escuela. A pesar de esta variedad de conocidos, era curioso para ella verlos en una teñida más formal y se divertía sanamente viéndolos pasarlo tan bien. Ciertamente no le llamaba tanto la atención el hecho que estos alumnos no se acercaban a ella, si no se habían acercado durante los cuatro años de enseñanza media, no lo harían ahora que llevaba un vestido negro que marcaba su figura y acentuaba la pequeña cintura que solía esconder tras camisetas negras o suéteres amplios. Por supuesto que se sentía extraña vestida así, pero secretamente estaba emocionada de verse tan hermosa como las artistas que ella admiraba de la escena sinfónica.


Sus amigos más íntimos terminaron alejándola del mundo de sus pensamientos, y la llevaron a pasear por el colegio tras escuchar a lo lejos las campanas que anunciaban la medianoche. A todos les sorprendía que fuera tan silencioso y oscuro cuando acostumbraban a ver aquellos pasillos inundados de ruidosos colegiales, profesores ajetreados y actividades durante toda la jornada escolar. Presenciar tanta tranquilidad estremecían a algunos paseantes mas a otros como Pirika los fascinaba, ¡Era impensado hasta ese instante que una institución como aquella pudiera llegar a dormir!


La caminata se alargó entre desahogos, risas y cuchicheos. No era solo Pirika quien estaba confundida con todo este mundo de responsabilidades que se le venían encima, tanto ella como sus amigos vivían una situación parecida. Aunque debió admitir la muchacha, que a pesar de todo la ha tenido un poco más fácil que el resto al tener el apoyo académico y emocional de cierto albino de cabello largo, quien a pesar de haber rechazado su amor para que viviera experiencias más acordes a su edad, no la ha dejado sola en el proceso más importante para Pirika, los estudios. La mente lógica y experimentada de Killua ha sabido simplificar y enseñar a esta muchacha aquellas materias que han sido difíciles en estos últimos años y eso lo agradece profundamente. Él no solo ha sido un pilar en lo académico, sino que en lo que emociones se confiere este cazador experimentado ha sabido contener y atesorar todos aquellos cambios hormonales que ella ha pasado en sus años de adolescencia. Ha sido su paño de lágrimas, la causa de sus enojos, el objeto de sus risas y el culpable de esas mariposas en el estómago que siente cada vez que lo ve cuando lo encuentra esperando por ella afueras del colegio.


Al igual que ese momento, que pareciera haber salido de un sueño.


– ¿Qué haces acá? – El rostro confundido de Pirika no lograba opacar la felicidad que nacía de sus entrañas al verlo ahí con su usual actitud circunspecta pese a estar despreocupado el 100% de las veces. – Leorio dijo que vendría.

– Sí… El estúpido me pidió que lo acompañara. – Musitó Killua posando su afilada mirada en los acompañantes de la chica. – Pero veo que estás con tus amigos, volveré en un rato…

– ¡No es necesario! – Se negó el grupo de adolescentes tratando de crear una oportunidad para que ambos estuvieran solos. Ellos sabían lo que pasaba entre ambos y al igual que Millie, se lamentaban que todo había acabado, así como así. – Nosotros también estamos esperando a que vengan a buscarnos.

– Hey debiste haber venido con nosotros – Mencionó uno de los jóvenes, tan alto como Killua.

– Ustedes son las estrellas esta noche. – Confesó el muchacho en sus veintes rascándose la cabeza – y vaya que lo parecen, ¡Qué elegancia, maldición!


Esa sentencia hizo que los muchachos y muchachas que celebraban ese día su finalización de estudios escolares enrojecieran de vergüenza al ganarse un elogio de un cazador como lo era Killua.


Tras despedirse de sus amigos Pirika siguió a su escolta hasta el vehículo donde Leorio los estaba esperando y su sonrisa refrescante fue la cálida bienvenida que ella necesitaba.


– ¿Qué tal estuvo esa celebración, querida?

– ¡Fue genial! – Soltó Pirika con su inocente naturalidad – ¡Hubieras estado ahí, Killua! Había una fuente de chocolate casi como yo de alta, y podías comer lo que quisieras. Ahahahahha incluso manché mi vestido con el chocolate que se me cayó de las frutillas que comí.


La muchacha lucía tranquila al estar con dos de sus personas favoritas, y se había podido recostar un poco en el auto, cerrando sus ojos y descansando de las luces que pasaban a su lado y encandilaban sus ojos ambarinos. Ni siquiera prestó atención a los murmullos acusadores del conductor a su copiloto, por no presentarse como el caballero que debía ser esa noche.


– ¡¿Y’?! ¿Por qué no te pusiste el traje que te presté?

– Para qué demonios debía ponérmelo, ¿Cómo pijama? Si yo me iba a acostar cuando me trajiste arrastrando como tu copiloto.

– Como mi ACOMPAÑANTE, ¡Eres el escolta de Piri!

– Lo que sea – Masculló el joven albino tratando de ignorar el seseo desconcertante de su amigo, quien había adoptado una actitud paternal con la muchacha sentada en el asiento de atrás. – Además ya está dormida.

– Oh, Piiriii ¿Estás muy agotada? ¿Quieres dormir?

– ¡No! – ladró la muchacha recomponiéndose y acercándose a la cabina del conductor – Bueno, socialmente sí estoy agotadísima, pero aún es temprano, ¡No quiero dormir!

– En ese caso… – Canturreó Leorio tomando un desvío – ¡Vamos a pasear en esta noche de viernes!


El viaje los condujo a un mirador silencioso a las afueras del pueblo. Teniendo los rayos del sol aún bailando en el firmamento se podía admirar la belleza de la flora de la zona, sin embargo, al estar acompañados de una hermosa y menguante luna en su lugar, estos muchachos lograban apreciar estrellas tanto en el cielo como en la tierra.

– ¡Nunca había venido de noche! Mira, Killua incluso las luces parecen estrellas.

– O joyas, diría tu primo. – Añadió su acompañante y ambos rieron tras pensar en la cara de felicidad que pondría este sujeto si estuviera ahí con ellos. Luego de una pausa el muchacho juntó valor y retomó la conversación. – Y, ¿Qué más hiciste en la fiesta?

– Mmmm, además de comer… ¡Oh! ¡Nos sacamos muchas fotos! Fue divertido vernos tan diferentes, las niñas se veían tan bellas con trajes de fiesta.

– Ajá – Asentía mirando a la joven comentar animosamente los pormenores de los trajes de sus compañeras detallando aquellos que habían llamado su atención, como por ejemplo el de su mejor amiga, que había sido confeccionado por su mamá y que a la imaginación de Killua debía parecer la versión de bolsillo de la protagonista de cierto videojuego de acción.

– ¡No seas así! Te va a abofetear si se lo dices a la cara.

– No me alcanzaría, me llega hasta acá – El menosprecio con el que hablaba Killua hacía reír a Pirika como siempre, y eso lo contentaba. A pesar de sus malas decisiones para con ella tener esta tregua de sus emociones le hacía bien. – ¿Y qué más pasó, bailaste con tus amigas?

El semblante de Pirika se descompuso tras escuchar esa pregunta. No quería recordar aquel atentado contra su biblioteca musical.

– Sabes perfectamente que no bailo, sin importar la ocasión. – Él solo la miró. Conocía tan bien a esta mocosa ya transformada en una bella señorita que no había tenido oportunidad de tener un baile a su gusto.

– La música no era de tu estilo, eh?.

– Era horrible. – Lloró Pirika sujetando el brazo de su acompañante. Si alguien podía entender su sufrimiento era él, quien compartía el mismo paladar musical.

– ¿Y si arreglamos eso? – Se incluyó en la conversación Leorio sentado en el capó del vehículo, como espectador de una preciosa novela romántica.


Ambos muchachos lo miraron intrigados y este ansioso de llevar a cabo su plan, de un salto encendió el motor de la máquina y prendió la radio. A toda potencia hizo estremecer el lugar, pero en vez de escuchar guitarras distorsionadas o un doble bombo amenazante, sintieron una pacífica melodía que hablaba de un sol durmiente.


Killua pidió la mano de Pirika como una forma tímida de invitarla a bailar, de unírsele en aquel abandonado sitio que solo la luz de un viejo farol alumbraba tenuemente. Ella sonrío y sus mejillas imitaron el rojizo color de la cara del albino y aceptó esta invitación, posando su mano entre las de él.


Temerosamente ambos se acomodaron para dar los primeros pasos al son de una voz lírica que entonaba una oda a la noche eterna en las gélidas tierras escandinavas. Ciertamente que una madrugada primaveral no se comparaba a este escenario, pero considerando la fría soledad que ambos compartían al estar separados y no ser correspondidos a causa del sentido común, lograban identificarse con el tema que inundaban sus oídos. Giraban siguiendo el ritmo, se observaban detenidamente y aunque quisieran apartar del otro su mirada avergonzada, ninguno de los enamorados quería dejar de admirar la belleza que tenían adelante. Killua embelesado disfrutaba observando a Pirika, se veía tan elegante, tan preciosa con sus ojos ambarinos brillando a la luz de las estrellas, nunca había pensado tenerla así como una princesa que prefirió escapar con él antes de seguir cómodamente en su palacio. Él sabía que no podría darle un cuento de hadas con un final feliz, no tenía el suficiente valor para ser su príncipe. No, alguien roto como él no podía ser su príncipe, y ella por supuesto que merecía a alguien digno.


Pirika por su lado y a pesar de los años que habían acaecido seguía deslumbrada con la profundidad de la mirada cobaltina de aquel muchacho de cabello largo y enmarañado. Se había dado cuenta que tras aquella máscara de chico rudo, insensible, cruel y caprichoso escondía una pasión incontrolable que quemaba sus entrañas y la hacían sentirse amada, no obstante, ¿Por qué la había rechazado? Ella solo quería amarlo de vuelta, retribuirle de una u otra forma todo el apoyo que él le había brindado y la ha llevado a ser el ser independiente y lógico que es ahora. A cambio, él la alejaba y elegía ser frío, prefería el destierro antes de abrirse a ella, ¿Qué esconde tras aquellos ojos tristes? La curiosidad innata en Pirika la instaba a querer saber más, pero su corazón le decía que aquella verdad oculta era su más grande vulnerabilidad y que deseaba envolverla y protegerla.


Tras llegar al puente de la canción, ambos suspiraron al mismo tiempo y eso les divirtió, daba a entender que a pesar del tiempo transcurrido sin ser el equipo de antes, ambos seguían sincronizados.

– Gracias por estar aquí. – Sonrió la muchacha apretando la mano de su escolta aquella noche.
El tragó las amargas palabras que impulsivamente quería decir. Su sentido común decía “¡Ya basta! ¡Aléjate de ella! ¡No le des esperanzas!” pero su pecho se comprimía negándose a aceptar aquellos puñales. Su voz temblorosa solo asintió estoicamente y agradeció que en respuesta Pirika apoyara su cabeza en su clavícula. Así ella no lo vería nublarse y quebrarse lentamente.

“¿A pesar de todo?” pensaba el joven guiando el compás de la balada, “a pesar de que te evito, de que intento alejarte de mí para que seas feliz por tu cuenta… ¿Estas agradecida de que esté aquí?”. Si intentara hablar, sus ojos se nublarían más y las palabras que saldrían serían cuchillos afilados que definitivamente esta hermosa princesa no merecía recibir, ¿Cómo podía expresarle esta frustración, este dolor que sentía y que aunque intentara ahogarlo solo quería que ella lo consolara?

Oh how I wish to go down with the sun, sleeping, weeping… with you.


La mirada sorprendida de Pirika refugiada desde el pecho de quien cantó una frase de la tonada que los acobijaba se asomó parpadeando alegremente. No había oído canturrear a Killua de hace meses y la ponía feliz volver a escuchar su grave tono al musitar aquella estrofa y silenciosamente le sonrió. Sabía la muchacha que si decía algo al respecto el hechizo se quebraría  y un ruborizado y molesto albino volvería a armarse con sus pesadeces.


La canción estaba por terminar y ambos ya habían dejado de sobre pensar en su situación actual y solamente se limitaban a dar vueltas y reír para saborear los últimos segundos de aquella magia, hasta que tras llegar lo inevitable soltaron sus manos y quedaron frente a frente. Ambos sonrieron tan fuerte que sus ojos se cerraron y Pirika aprovechó el momento para volver a sentir los brazos que echaba tanto de menos: Se aferró al cuello del joven confundido quien rígido no se esperaba esa reacción de su parte, y con todas sus fuerzas lo abrazó.


– Te quiero mucho, Killua. Siempre. – La pareja rió al mismo tiempo. Esta no era una novedosa confesión, pero seguía siendo un hechizo poderoso que hacía feliz al aludido, aunque a decir verdad él hasta ese momento no había sido capaz de corresponder verbalmente a esas palabras. – Y si no me quisieras igual, no estarías acá conmigo.

Esta chiquilla era astuta, y sabía leer a su acompañante mejor de lo que él hubiera querido y no le quedó de otra que sonreír con resignación, pues era verdad.

– Chicos, mírenme un poquito, por fis. – Gritó Leorio al par de jóvenes. Pirika giró rápidamente y sonrió abrazando a Killua, y este embobado aún repitiendo las palabras de la chica en su mente, tarde se percató que el tercer miembro presente en aquel momento les tomó una fotografía.


Y aunque pataleara, gruñera e intentara quitarle la cámara, esa foto quedó guardada para siempre, recordando una mágica velada que sin ayuda de un viejo amante de las historias de amor con finales felices, hubiera quedado como un amargo “qué hubiera pasado si…” en el trasfondo de dos afligidos corazones.

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