EL RINCÓN LITERARIO: 5, 6, 7 TO YOUR HEART

 



Los Amores del Jefe II


Al final, solo terminaron siendo estúpidas fantasías las que creé la noche del baile de Pariston, y me hacen sentir vergüenza de mí misma por haberlo hecho. Si al final de cuentas, en menos de un mes mi Jefe de cabello blanco como la nieve volvió a aparecer en las revistas de espectáculos junto a una señorita asiática en un casino. Los titulares decían algo así como "Bellezas Exóticas x2", y eso a Eddie le hirvieron los coj...

- ¡¿AAAARRRRRGGGGG PORRRR QUÉ?! ESTO ESTÁ MAAAAL, MAAAAAL – Decía entre chillidos y desgarros guturales.

Les cuento que el "Martin McFly" de mi primito es ser considerado "normal" al lado de sus amigos. Bueno, desde que tengo memoria ese enano es un figurón, y si no llama la atención o sus amigos llaman más la atención que él, le dan esos ataques de furia.

- Lo siento, querido Edward – Dije, para cesar con sus berrinches – Pero el titular tiene razón.

Llamé la atención de él, las chicas de Recursos Humanos que traen esta clase de noticias y del Jefe, que para variar, se queda revoloteando para molestar a Eddie en sus momentos de debilidad.

- Explícate ahora, Pirika.

- Es eso. El titular tiene razón de llamar "Belleza Exótica" al Jefe. – Juro que vi cómo se le paraban las antenas a Killua por decir eso. – Es cosa de mirarlo. Extranjero, de contextura atlética, muy alto, con un cabello esponjoso y blanco que destaca a leguas...

Regla N°1 de los fetiches: Jamás hablar de ellos en frente de personas normales.
Regla N°2 de los fetiches: En el caso de que los mencionaste, NO los alabes...

Acabo de romper las reglas primordiales. ¡MÁTENME AHORA! ¡DESHONOR, DESHONOR PARA MÍ!

Las muchachas quedaron un poco perplejas por mi oda a su cabello, pero de inmediato me encontraron la razón, y Eddie, de a poco, se empezó a calmar. Killua, en cambio, bajó su cabeza escondiendo su mirada y sonriendo... Como si lo tomara como un cumplido.


- Hey, hey, Pirika... – Dijo Killua cuando estaba cocinando, apoyando sus antebrazos en la mesa de la isla, observándome interesado. – Te propongo un trato...

- ¿? – Lo miré de vuelta un poco asustada. Mi sentido arácnido me dice que tenga cuidado.

- No, no te asustes... Yo... Argh... - Bajó su cabeza, como si escondiera su expresión abatida – Tengo problemas financieros y necesito que pagues las cuentas...

- ¡¿KHE?! - ¡Estaba IMPACTADA! - ¿Problemas financieros? ¿Qué diablos te pasó, Señor Millonario Codiciado!

- ¿Millonario Codiciado? ¡Pirika, me halagas! – Se burló mi roommate y yo me puse colorada ante la inminente verdad de que llevo todo el día elogiándolo. – Es solo que este mes me encuentro algo corto de efectivo...

- ¿Y puedo saber el porqué? – Traté de verme de mal humor, para dejar de avergonzarme por todo. – Mínimo, si pagaré las cuentas...

- Es complicado.

- ¿Una mujer? – Ahora mi mal humor era verdadero, ¡Y como guinda de la torta, se rascó la nuca mirando hacia otro lado, tratando de evadirme!

- Casino, de hecho, pero te prometo que no volverá a pasar. – Respondió sonriendo delicadamente, como un niño pequeño que confiesa haber roto el florero de la abuela.


Quedé sin habla. No sabía que tenía problemas con las apuestas, aunque me había dado cuenta que es de la clase de hombre que odia perder y darse por venci... Bueno, ahora puedo asimilar ambos escenarios sin problemas.

Le comenté a Eddie al día siguiente sobre ello, y me habló de su experiencia de cuando eran más jóvenes y los problemas que había tenido Killua en los casinos, ¡Incluso una vez usó una identificación falsa para entrar a uno cuando era menor de edad y perdió una fortuna de millones de dólares!

Creo que lo que mi roommate menciona como un "momento complicado que no volverá a repetirse" es algo muy grave, y que si no lo detengo, lo pagará caro...




Día 8 desde que el sujeto albino me confesó ser ludópata: Encontré en el piso tarjetas de 3 diferentes casinos que se cayeron de su pantalón.

Llamé a unos conocidos que me ayudarán a curar a Killua de su adicción.




Día 14 desde que el sujeto albino me confesó ser ludópata:

"¡Killua, por favor, en cuanto escuches este mensaje ven a casa!" Le dejé en su buzón de voz un sábado a eso de las 8 de la tarde. Apareció alrededor de la medianoche, junto con la mujer asiática del brazo. Sospecho que hace unos momentos se percató de mi mensaje, y corrió arrastrando a su nuevo affair.

Antes de meter su llave a la puerta, esta se abrió y una figura imponente, grande y fornida apareció con cara de pocos amigos. Era más o menos del mismo tamaño que Killua, pero de prácticamente el doble de ancho con un traje y corbata negra, camisa blanca y... una falda escocesa azul con líneas amarillas, negras y verdes, junto con el clásico Sporran que llevan los Highlanders como él.


- Por fin apareciste, muchacho – No fue el gigante quien habló sino su jefe desde el interior de la casa. – Collin, hazlos pasar.

A la señal de su jefe, el guardián de la puerta empujó a mi roommate y sostuvo a su compañera.

- ¿Qué significa esto? – Cuestionó Killua e indudablemente estaba nervioso: Una banda de escoceses invadía su sala de estar, y yo me encontraba atada con cuerdas en el piso de rehén.

- Significa, Joven Killua, que estoy aburrido de esperar por mi dinero...

- ¡Me dijiste que era legal, estúpido! – gritó desesperada la asiática. Trató de forcejear con el gigante para escapar, pero fue en vano. – ¡Por favor, déjenme ir no tengo nada que ver con este sujeto!

El jefe, un hombre calvo de barba puntiaguda, estaba sentado en medio del sofá de cuero negro, y con un pie me hizo rodar para mirarlo cara a cara.

- ¿Qué opinas, lassie, la dejo ir? – Mi boca estaba amordazada, así que solo lo miré fijamente.

- El problema no es con ellas, es conmigo. – Killua se adelantó furioso, tratando de llegar al Jefe, pero siete tipos se le abalanzaron y lo sujetaron. Logré escuchar a lo lejos, unos chillidos como cuando te quitas un sweater de lana y te para el cabello.

- Por supuesto, Joven Killua. – Sonrió el jefe. – Puedes irte, Srta. Chang.

El gigante la soltó y ella se sobó el brazo resentido. Empezó a jadear de pánico al darse cuenta que sabían quién era ella y salió de la casa gritando que no los conocía, y que jamás hablaría de lo ocurrido.

Dentro, todos nos quedamos viendo su escena, y la cara más pálida de lo habitual de mi roommate. Y los mafiosos se echaron a reír.


- ¿Qué mierda está ocurriendo aquí? – Ups, mi querido roommate se enojó.


En eso, el jefe, que en realidad se llama Angus McCloud, me levantó con cuidado y me desató. Él es un conocido mío, parte de los Highland's White Roses, un grupo de representación histórica escocesa, que recrean al ejército jacobita del siglo XVIII. A decir verdad, cinco de los doce miembros de la mafia pertenecen al mismo grupo, los otros, son amigos de ellos que usaron faldas y pusieron cara de malo solamente. Los llamé para montar el teatro y así darle un susto de muerte al albino apostador.


- De hecho son tan inofensivos y adorables como un pastelillo, Killua. Esto solo es mi culpa.

Su rostro seguía tenso, hasta podía ver las venas de su sien palpitar. Dio pisotones muy fuertes hacia mi dirección, y temí por mi integridad como roommate. Hola caja de cartón, serás mi hogar por la siguiente... ¿Eternidad?

No obstante, él me abrazó.


- Eres la mujer más estúpida de la faz de la tierra. – Me dijo escondiendo su cara en mi cabello, y extrañamente sentí chispas por todo mi cuerpo, como si fuera estática. – Pero estoy contento de que todo haya sido mentira.

- ¡No es mentira! – Me solté violentamente - ¡Tienes que pagarles de verdad!

- ¿Qué?

- Lo siento, compadre – Agregó el buen viejo Angus – Pero nuestra amiga Piri nos ofreció una fiesta, y que nos darías algo a cambio si lográbamos hacer que dejaras de apostar.

Killua suspiró aliviado, y dijo que no tenía problemas con ello, ¡E instantáneamente se armó una fiesta! Pusimos música Rock-Escocesa y tomamos whisky con bocadillos de queso y carnes de varios tipos. Todos nos unimos a disfrutar y le contamos a nuestra víctima cómo nos conocimos y qué era lo que de verdad hacía "la mafia escocesa". Y, admitiendo el albino que su lección fue más que aprendida, les prometió donarles equipos nuevos para su grupo.

¡Todo terminó bien, qué felicidad!





Sentados en la isla, y viendo a "la mafia" cantar karaoke de las canciones más antiguas, melancólicas y corta-venas que pudieran existir, Killua y yo tuvimos un momento para conversar tranquilamente.

- Hey, tienes un buen gusto, Pirika

- ¿A qué te refieres? – Dije revolviendo el whisky puro.

- Llamaste a unos buenos amigos para darme un susto que nunca olvidaré.

- De hecho eran amigos de unos amigos – musité con una sonrisa – Aunque ahora es diferente, ¡También son tus amigos!

- Sí, así veo. – Calló por un momento – Te debo una, mujer. - Yo lo miré. – Si no fuera por ti... hubiera vuelto a caer en la atracción de las apuestas.

- ¿Y qué te llevó a caer nuevamente?

- Esa mujer... - Miró su vaso, que ya estaba vacío y tuve la gentileza de volver a llenar. – La conocí en uno de los clubs que frecuento, y luego de... bueno, "conocernos", me sedujo su afán de apostar, y encendió la chispa que había apagado hace mucho.

- ... - Guardé silencio con una pesadez en el pecho. No es lindo oír cómo es seducido el mejor roommate del planeta por un mal que lo puede llevar a la ruina.

- Pero gracias a tu teatro, Pirika, me mostraste que si me meto en problemas arrastraré a las personas que quiero. – Solo lo miré. Espero que crea que lo rojo de mi cara se deba al alcohol.

Nos callamos por un momento, riéndonos de las estupideces que estaban haciendo el grandote Collin con Angus tratando de cantar como divas del pop.

- Me alegro de que hayas aprendido la lección, señorito.

- Claro que sí – Hizo un gesto con el vaso, para luego tomárselo hasta el fondo. Un brindis por aprender su lección, nada mal, roommate. – Además, en este momento quiero prometerte algo.

- Estás ebrio, las promesas no cuentan así.

- ¡No lo estoy! – Oh, sí, lo estás, has tomado tres veces más que yo – no quiero meterte en problemas por culpa de las mujeres con las que salgo.

- ¿Entonces no las traerás más a casa? ¡Gracias, eres el mejor! – Lo interrumpí, solo por molestar.

- Dejaré de seducir mujeres.


No sé cómo interpretar eso. Y se lo dije. Él me miró y palmoteó mi cabeza, para luego unirse al karaoke con los hombres fornidos y rudos. 





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