EL RINCÓN LITERARIO: 5, 6, 7 TO YOUR HEART
¡Killua se enferma!
¡Se viene un fin de semana largo, excelente! Aunque no tengo planeado salir con alguien. Desde aquel incidente ya no tengo ganas de pensar en juntarme con otras personas que no sean mi familia, unos amigos... o la almohada.
Maldición, espero que el odioso de mi roommate no me escuche decir eso.
Pero bueno, hoy viernes por la noche, es momento de cocinar algo delicioso y ver alguna buena película en... No son ni las diez, y mi roommate llegó a casa de su salida hace unas horas atrás. No se veía muy bien.
-Oye, ¿Tan rápido te afectó el alcohol que ya te devolviste? – Él me miró cansado, sin ganas de seguirme el juego.
-No, Pirika. – Empezó a subir las escaleras. – Solo me mareé. Mañana ya me sentiré mejor.
Se fue a acostar. Qué extraño, del tiempo que llevo acá no le había pasado eso, ¡Pero qué importa, no detuvo mi gran panorama! Vi películas y comí hasta que me harté, y antes de acostarme, le dejé un poco de lo que había hecho en la puerta a Killua, y me fui a acostar.
A la mañana siguiente, me entré a preocupar por ese albino: La comida seguía afuera. Entré a su habitación sigilosamente, tocando antes la puerta. Pero no hubo respuesta.
-Killua... Te había dejado anoche un poco de comida... ¿Te encuentras bien? – Solo se veía en la cama un gran bulto tapado hasta más arriba de la coronilla.
-Solo tengo frío – Sonó una voz quebradiza, como de ultratumba. Instintivamente lo desabrigué para tomarle la temperatura. Y tal como imaginé, estaba ardiendo en fiebre.
-¿Qué clase de medicamentos tienes en casa? ¿Algo para la fiebre tal vez? – Le pregunté, acostumbrada a que mi mamá y papá guardaran de todo. Pero al parecer no tiene este hombre las mismas costumbres.
-¿? Cuando me enfermo llamo a un amigo doctor para que me atienda... - Tosió con dificultad, e instintivamente otra vez, le froté la espalda para ayudarlo. Estaba empapado.
-Estás enfermo, Killua, debes llamarlo. – Me miró cansado, y tiritando. A duras penas, tomó su celular, y trató de buscar el número de su amigo, pero como sus ojos le ardían a causa de la fiebre no tratada, no veía mucho.
-Pirika, búscalo tú y llámalo. Dile que estoy enfermo y que venga de inmediato.
-No creo que a un amigo debas tratarlo así...
-Solo hazlo, por favor. – Se notaba que también le dolía la garganta. Le costaba tragar su propio orgullo.
-¿Cómo se llama?
-Debe estar registrado como "Viejo pervertido"... ah, no, ese es el antiguo dueño... Tal vez esté como "Leorio" a secas.
Efectivamente, había un "Leorio Paladiknight" en la agenda telefónica, así que no dudé en llamarlo. Cuando estoy nerviosa hablando por teléfono, empiezo a caminar y esta vez, salí incluso de la habitación.
-¿Qué te pasó ahora, Killua? – Escuché una voz masculina y madura al otro lado de la línea – Sueles llamarme sólo cuando te enfermas, así que... ¿Qué te pegaron ahora?
-Amaneció con fiebre, le duele la garganta y desde anoche que está decaído. – Dije sin dudar.
-¿? ¿Quién está hablando, una muchacha que no obtuvo lo que quería anoche?
-¡Qué diablos...! ¡Lo siento! Soy Pirika, su roommate. Me pidió que te llamara porque no ve bien a causa de la fiebre. – Escuché que se cerraba una puerta al otro lado de la línea, y el tipo refunfuñó.
-Ok, debe ser fuerte entonces para tumbar a ese mocoso. Estate tranquila, querida, e intenta bajarle la fiebre de alguna manera. ¿No sabes a cuántos grados tiene?
-No sé ni siquiera si este tarado tiene un termó... ¡Ah, pero yo tengo uno! ¡De inmediato le tomaré la temperatura!
-Perfecto, tómale la temperatura, y bájasela como puedas. En una hora estaré allá.
Corrí a mi habitación y cogí el termómetro que tenía. 39,8°. Este hombre está a punto de delirar. No me quedó de otra que correr otra vez, pero ahora a la cocina a traer agua tibia y romper una camiseta de algodón que tenía en mi habitación.
Le obligué a Killua a quedarse solo en ropa interior mientras lo refrescaba con los paños húmedos. Y entre que se quejaba a causa de lo avergonzado que estaba, y el frío que sentía por las compresas, el pobre albino enfermo fue cediendo y logré secarle el sudor de su espalda, cambiarle la ropa a algo más ligero y, a duras penas, le cambié las sábanas empapadas de su cama. Ni siquiera se burlaba de mis intentos de ser buena enfermera, solo se limitaba a jadear de la fiebre y a tiritar un poco, cuando se cambiaba los paños de la cabeza.
Lo bueno es que, para cuando Leorio llegó, su fiebre había bajado a 38,2°.
-¡Wow, lo hiciste muy bien, jovencita! – Me felicitó un hombre castaño, tan alto como Killua, vestido con pantalones azul marino, una camisa celeste y una corbata amarilla. En su maletín de médico, arrastraba el saco que hacía juego con los pantalones y una bata de médico.
El hombre se dirigió a la habitación del enfermo, dándome detalles de lo que podría tener analizando los antecedentes que le había dado por teléfono. Era amable conmigo, y se notaba que era buena persona... Pero en cuanto abrió la puerta y se encontró de frente con Killua, decaído y un poco sonrojado por culpa de la fiebre... Sonrió burlescamente.
-Y, ¿Qué síntomas se presentó ahora de la sífilis?
-¿DE QUÉ ESTÁS HABLANDO, ANCIANO? ESTOY LIMPIO, SIEMPRE LO HE ESTADO – gritó el albino sin importarle lo doloroso que debió haber sido con su garganta tan hinchada.
Su amigo doctor rio estrepitosamente y empezó a examinarlo.
-Tengo mis precauciones, idiota... - murmuró solo para ellos. – Además es vergonzoso que lo grites al frente de ella.
-¿Ohh? – dijo sorprendido Leorio.
Bueno, escuché todo. Estaba afuera de la habitación, de todos modos. Al rato bajó Leorio con una sonrisa en la cara, y aceptó de buena forma una taza de té.
-Bueno, muchacha, no debes preocuparte. Es una simple amigdalitis viral que se le pasará con unos medicamentos y reposo. – Suspiré aliviada. No me gusta ver a las personas enfermas y sufriendo.
-Muchas gracias por venir tan rápido, Leorio.
-No, no es nada – Se excusó el hombre. – Es mi amigo después de todo. – Le sonreí. – Además, le hice la promesa a Gon de que lo cuidaría, aprovechando de que estamos en el mismo país.
-¿Gon? – Pregunté. Es primera, vez que lo oigo, pero también me resulta familiar.
-Su mejor amigo, ¿No has escuchado de él? – Negué con mi cabeza.
-Solo vivimos juntos, no compartimos nada más allá de eso.
-Oh... ya veo, es una lástima. – Tomó el líquido restante de su taza – Y con lo linda que eres...
-¡¿?! – Lo miré confusa y probablemente... roja como un tomate.
Me dejó dos recetas con los mismos medicamentos. "Por si las moscas", guiñó Leorio. Y entendí que era para mí en el caso de que me contagiara de la amigdalitis viral de Killua. Lo acompañé a tomar locomoción, porque a diferencia de mi roommate, no tiene tanto dinero para gastar en autos deportivos ni en mujeres fabulosas. Él en cambio, es un doctor que ahorra cada centavo para abrir una clínica sin fines de lucro en su ciudad natal y así tratar gratuitamente a su gente de enfermedades difíciles. ¡Es admirable su vocación! Lo felicité por lo que hacía y le di ánimos para que continuara. Cuando pasó un bus que le servía, nos despedimos y partí a comprar los medicamentos.
-¿El viejo no te dio ningún problema, ni te hizo sentir incómoda, Pirika? – me preguntó más recompuesto Killua, luego de tomar la primera dosis de los medicamentos recetados por su amigo.
-No, Killua, de hecho me habló de que viene a verte en estos casos solo porque se lo prometió a Gon, y que le gustaría que lo invitaras a salir de vez en cuando... - El enfermo se sorprendió del nombre que dije.
-¿Te habló de Gon?
-Solo me dio a entender que es un amigo en común de ustedes... Y tu mejor amigo.
Killua enmudeció por un momento (extraño, siempre tiene algo que decir), pero de inmediato volvió a ser lo más normal posible.
-Sí, es verdad. Rayos, de hace tiempo que no veo a ese idiota. – Su cara de nostalgia me hizo recordar que de hace tiempo que no veo a mis mejores amigas, también.
Estaba por acabarse el fin de semana largo, y terminé pasándolo con Killua. Fue divertido, y como no se podía levantar, comimos en su habitación y terminamos de ver Gintama uno al lado del otro, más cerca que hace unas semanas en la sala.
El día martes, cuando debíamos volver al trabajo, Killua estaba más fresco que una lechuga, y me fue a despertar para ir a la productora antes de que se me hiciera más tarde... Pero ahora yo era quien no podía hablar por culpa del dolor de garganta.
Al final Leorio tenía razón y me contagié también, maldición.
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