EL RINCÓN LITERARIO: CRAWLSPACE

Chivo_Expiatorio_Confrontación




En medio de una sala confinada, sentado en una silla plegable, y manteniendo sus codos apoyados en una mesa fría de aluminio, se encontraba tiritando un muchacho delgado, de cabello blanco peinado en media cola. El joven de mirada violeta movía intrépidamente su pierna derecha, ¿A causa del frío? ¿A causa de la desesperación de ser encerrado en contra de su voluntad? Ni siquiera él estaba tan seguro cuál sería la respuesta. Se encontraba molesto, y dolido consigo mismo: Había visto la mirada prepotente de su compañero Pål Vikernes al acusar que Zero Luminen no era su verdadera identidad, y que tenía pruebas extraídas de su propia habitación que lo vinculaban al germen terrorista Chiórnye Siotni.

¡Cómo diablos él estaría vinculado a tal movimiento! ¡Ellos fueron los malditos culpables de todo lo que había sucedido con su madre! ¡Y solo gracias a un milagro ella seguía viva! Si no hubiera ocurrido dicha maravilla, él mismo se hubiera encargado de hacerlos pagar lenta y dolorosamente. Sin embargo, aquello no ocurrió, y podía respirar tranquilo por ese lado. No obstante, la acusación de su propio compañero frente a todos aquellos que no tenían la menor idea de lo que realmente Zero escondía, lo hizo sentirse desnudo y expuesto.

Se rascó la cabeza nerviosamente, soltándose la media cola que trataba de mostrar más presentable al muchacho de cabello enmarañado, y escondió su rostro afligido en medio de sus propios brazos.

Los rostros confundidos de los equipos técnicos que trabajan en su CRAWLSPACE, Anais Sanringham, negando lo que fuera que Vikernes dijera, y Sahada Chirau, su compañera novata igual que él, defendiéndolo frente al sujeto de cabello bicolor, pero este, al reírse de ella y mostrándole lo que tenía, la hizo dudar.

– Zero... ¿Es verdad? – Le dijo, con el rostro descompuesto.

Pero él no pudo decir nada. La policía se lo llevaba esposado, forcejeando y golpeándolo para que guardara silencio, ¡Pero sus alaridos eran para que lo dejaran! Él era inocente y podía demostrarlo, mas no lo hizo. No quiso demostrar que sus verdaderas conexiones eran con miembros de la Asociación de Cazadores, o que su verdadera familia era Pirika Speedwagon y Killua Zaoldyeck.

Por eso se encontraba encerrado, aislado del mundo. Ni siquiera sabía qué día era, o la hora; lo que sabía con certeza era que venían a interrogarlo cada siete horas, según un informe que llenó uno de los soldados que vino a visitarlo anteriormente. Ese tipo fue tan estúpido que rellenó los formularios al frente de él, creyendo inocentemente que el sospechoso se encontraba durmiendo sobre la mesa.

– Zero Luminen... –  Le habló un sujeto con desdén que entró a la sala donde lo habían confinado. Y el joven reconoció perfectamente su tono de voz.

– ...

– ¿No te dirigirás a tu General, muchacho?

– Yo no soy parte del ejército de Eiyuu. Soy un civil

– Oh, no, muchachito. – El hombre se sentó pesadamente al frente del prisionero. – Desde que aceptaste ser un piloto de mis CRAWLSPACE, eres parte de mi juego.

– No son de tu propiedad los CRAWLSPACE – mencionó con una real molestia el joven albino. – Son parte de...

– ¿De qué, muchacho? ¿De la Alianza por el Cese de Fuego? – Se burló el General Holopainen - ¡¿De la Fundación Speedwagon?! ¡Por favor, no me hagas reír!

El joven calló su ira, y solo lo miró desafiante.

– ¿Qué es lo que quieres de mí?

– Como mi peón quiero que confieses, Zero... "Luminen" – contestó prepotentemente el hombre al frente del muchacho.

– Yo no tengo que ver con Rossiya. – Sentenció Zero, con una mirada filosa que era capaz de cortar la voluntad de cualquier soldado de rango menor, pero no obstante, divirtió al General.

– Lo sé, muchacho. – Dijo en un suspiro, confiado – Pero tus verdaderos archivos están muy bien protegidos, y ni siquiera yo con mi poder los he logrado obtener. Dime, ¿Quién te mandó? ¿Quién eres?

- Yo vine por mi voluntad... – Zero se fue molestando, y el ambiente de la nada se volvió más denso y frío, aunque a él no le molestaba. – Nadie, nunca, me ha mandado. He venido hasta aquí para buscar respuestas.

– ¿Y las has encontrado, muchacho? – El aliento del General se condensaba en pesados vahos de color blanco, visibles al ojo humano.

– Probablemente. – Sonrió el prisionero, acomodándose en la silla plegable.

– Creo que no estás comprendiendo, hijo, tu situación en este momento. – Suspiró el adulto luego de una pausa, y miró de pies a cabeza a Zero de forma indulgente. – Si no me dices quién eres realmente y por qué entraste al proyecto CRAWLSPACE, se asumirá que eres el nexo entre el proyecto y el germen terrorista.

– ¡Oh, es verdad! Gracias a las brillantes y precisas evidencias que encontró su estimado Vikernes, pueden tenerme acá hasta que confiese voluntariamente. – Zero tenía la situación dominada, creía inocentemente. – Pero la verdad es que, yo no lo haré.

– Eso no me deja otra alternativa, joven Zero. – Se levantó de su asiento el General, para dirigirse a la puerta. – Lástima que perderé a un prodigio.

En la habitación reinaba el silencio, pero en los oídos de Zero seguía rebotando el portazo que dio el hombre vestido con un traje militar. Prefirió cerrar los ojos para dormir, ya que en siete horas más vendrían nuevamente para hacerlo confesar.

Sin embargo, antes de que pudiera conciliar un sueño profundo, la única puerta del lugar se abrió suavemente, y ante la sorpresa y enojo de Zero, quien entró fue nada más ni nada menos la persona a  quien menos querría ver.

Pål Vikernes.







Sahada Chirau estaba en pleno shock cuando el Capitán Alexander Fraser logró entrar pese al impedimento de los guardias, a causa del revuelo por la detención de Zero. El joven del Reino de Alba se encontraba desesperado al ver que los soldados que escoltaban la entrada del Centro no le permitían el paso, y antes de que admitiera la verdadera identidad de su subordinado, el cazador que lo acompañaba, Killua Zaoldyeck, lo calló, arrastrándolo hacia una salida de emergencia.

Lassie, ¿Qué fue lo que sucedió? – Alexander palmoteó el hombro de la muchacha, la cual parecía no reaccionar a sus palabras. – ¡Lassie!

– Se lo llevaron por culpa de Vikernes. – La primera en hablar fue Anais, quien estaba completamente indignada.

– ¿Vikernes? – El capitán no lograba discernir lo que sucedió.

– Él llegó junto con la policía, y acusó a Zero de pertenecer a la Chiórnye Siotni.

– ¡¿Qué?! ¡Pero si eso es imposible! – Negó el joven pelirrojo atónito.

– ¡Verdad que sí! – Exclamó Sahada – ¡Él es de Eiyuu y perdió a sus padres a causa de ellos!

– Acusó a Luminen de que él no es quien dice ser, y que sus registros telefónicos y sus pertenencias demuestran que tiene un contacto habitual con aquellas lacras. – Explicó tratando de lucir calmada la joven de Britania.

Ya scunner bastart! – Masculló indignado el capitán. – Es imposible que ese barra tenga contacto con la Chiórnye Siotni, si él... ¡¡¡¡AAAAARRRRGGGGGHHHH!!!!

Alexander Fraser ya no aguantó más y gritó encolerizado, ¡Si tan solo todos supieran que él es Zaoldyeck, y también es hijo de la directora! Pero tal como le dijo el padre del muchacho, aún es peligroso que los verdaderos responsables sepan la conexión entre Zero y Pirika.

– Capitán Fraser. – Se dirigió a él la vocera María Conchita Hernández. – Necesito que vengas conmigo a la sala de reuniones. Es urgente.

– Capitán... - Se dirigió a él Sahada. – Tenemos que salvar a Zero como a de lugar.

– ¡Puedes apostarlo, Lassie! – De la alegría al ver determinación de los ojos confundidos de Sahada, Alexander Fraser la tomó de los hombros y le dio un beso en la mejilla con fuerza, y partió tras la vocera a la sala de reuniones.




Afuera de la sala, se encontraba Botobai Gigante custodiando la entrada hasta que llegaran los últimos integrantes de la reunión extraordinaria. Dentro, la directora del Proyecto, Killua Zaoldyeck y un miembro de la Asociación de Cazadores, esperaban a Alexander y la vocera.

– Señores, Directora, él es Alexander Fraser, el Capitán de Luminen... - Presentó la vocera al muchacho pelirrojo que observaba confundido la situación.

– Creo que ya es momento de que le llamemos por su verdadero apellido, María Conchita – Mencionó la directora preocupada. – Estamos entre hombres de confianza.

– Entiendo, Directora... - Se excusó la mujer.

– Bueno, sin más preámbulos, dejemos que Kurapika nos explique lo que está sucediendo. – Sentenció Botobai Gigante observando duramente al hombre rubio y delgado que estaba sentado al frente de él. Fraser seguía mirando confundido.

– Primero que todo, me presento. Soy Kurapika, cazador de dos estrellas y miembro del Zodíaco, al igual que el Señor Botobai. Soy el parte de la Fuerza de Inteligencia dentro de la Asociación de Cazadores. – Tomó una pausa para observar las expresiones de sus oyentes, y prosiguió con lo que debía decir. – Los verdaderos registros de Zero se encuentran aquí.

Pasó una carpeta que tenía en su poder a la mujer a su lado, la vocera del proyecto, y esta, instintivamente la abrió y miró su interior: Habían papeles que abalaban el nacimiento en pleno invierno de Zero en Eiyuu, sus estudios particulares, sus registros médicos y rastreos telefónicos del último tiempo.

– Como pueden ver, este muchacho está limpio de las acusaciones que se le hacen. – Continuó el miembro del Zodíaco con un pendiente en su lóbulo derecho. – De hecho, con la persona que ha estado comunicándose todo este tiempo es conmigo.

– ¡¿Contigo?! – Quien estaba más sorprendido era Botobai Gigante, su camarada en el Zodíaco.

– Hace 16 meses, en cuanto viniste como consultor al proyecto dirigido por aquel entonces el General Sami Holopainen, me pediste que investigara lo que había sucedido realmente con los líderes y representantes desaparecidos, ¿No es cierto? Pues lo hice, y necesitaba de alguien que me informara in situ lo que ocurría en el país, especialmente en el proyecto donde estabas, Señor Botobai. Y Zero, se ofreció a hacerlo, ya que tenía "ciertos motivos personales" para realizarlo.

– ¿A qué te refieres con "ciertos motivos personales"? – Preguntó el cazador más anciano presente.

– Quería encontrarme, Señor Gigante. – Confesó la directora, Pirika Speedwagon. – Soy su madre.

– ¿Entonces su verdadera identidad es Zero Speedwagon? – Cuestionó María Conchita Hernández.

– No. Es Zaoldyeck – Habló por primera vez el cazador de cabello largo y blanco, de brazos y piernas cruzadas, importándole nada la formalidad en aquella reunión. – Zero es mi hijo también.

Kurapika suspiró ante la altanería de su viejo amigo.

– Es por ello que mantuve los registros del muchacho como archivos clasificados. Era peligroso que se enteraran, sobre todo Sami Holopainen, de que Zero era el hijo de la representante de la Fundación Speedwagon, y que además es descendiente de la famosa familia de asesinos profesionales.

– Ciertamente es alguien que debía mantener fuera – Comentó Alexander Fraser. – Zero es el enemigo declarado del General.

Todos lo quedaron observando con asombro, y eso provocó que incluso el mismo capitán se sorprendiera.

– ¿Cómo sabes eso, joven Fraser? – Cuestionó intrigado Kurapika.

– Yo también he investigado lo que estaba ocurriendo en Eiyuu. – Mencionó con un dejo de orgullo el pelirrojo. - Fui parte de la revolución de mi patria, por ello tengo toda la libertad de decir que los atentados ocurridos aquí son una farsa creada por alguien más. Y ese alguien es el General, estoy seguro. Y Zero me confió que acabaría personalmente con quien le hizo daño a su madre

– Es tal como dices, Joven Fraser – Confirmó el hombre de cabello dorado. – Sami Holopainen está en disputa con la Presidenta Naomi Turunen a causa del cese de compras de armas de la nación, y con el proyecto de creación de equipos semiautomatizados como el CRAWLSPACE dando vueltas y consiguiendo fondos para desarrollarse, decidió tomarlo como a de lugar.

– Sin importarle el jugar con vidas inocentes o secuestrarnos. – Acotó Pirika Speedwagon, empuñando sus manos.

– Sí. De hecho contrató los servicios de armadas privadas en Rossiya para hacerlos pasar por los famosos terroristas, luego de asegurar a los líderes y representantes en el atentado de la Casa de la Ópera.

– Eso lo puedo confirmar. – Comentó Killua Zaoldyeck, acercándose a la mesa. – Pasé los últimos meses en aquella tierra, buscando información sobre el paradero de mi esposa, y descubrí que se han movilizado más de mil quinientos soldados privados solo desde el Estado de Karelia en Rossiya, hasta Eiyuu. Estos se mantenían en las fronteras esperando las órdenes de su cliente.

– Y además Sami Holopainen desplazaba aquellos soldados a los centros estratégicos de las diversas regiones limítrofes de la nación para hacerlos luchar contra ustedes, y testear así la fuerza del CRAWLSPACE. – Prosiguió Kurapika, observando al Capitán Fraser. – De este modo, pudo crear todo un montaje para tener el país bajo su control.

– ¿Y qué lograría con eso? – Preguntó María Conchita Hernández.

– Si el CRAWLSPACE cumplía con sus expectativas, y lograba adueñarse del proyecto, lo vendería a los ejércitos de Rossiya y otras economías. – Comentó tranquilamente el hombre delgado y rubio. – Chequé sus contactos y había estado negociando hasta hace unos meses con más de siete magnates, entre políticos y líderes de guerrilla para vender las siguientes generaciones de CRAWLSPACE.

Whit a knob man! – Gruñó el capitán pelirrojo indignado.

El cazador de más experiencia y edad que se encontraba presente, suspiró pesadamente, y observó a la actual directora del proyecto CRAWLSPACE.

– Y, Señora Speedwagon, ¿Qué hará como Directora del Proyecto?

– ¿Acaso no es obvio? – Lo observó con determinación la mujer con su cabello tan loco como el de su hijo. – Le daré su merecido a ese maldito bastardo.






Las horas pasaban lentamente para el joven del Reino de Nynorsk. Se estaba divirtiendo como nunca antes lo había hecho: Estar encerrado en una sala de interrogatorios, torturando al mocoso que lo sacó de quicio en cada maldita misión que tuvo que cumplir para el proyecto CRAWLSPACE. Le excitaba la idea de que al otro lado del espejo de dos caras estuvieran observando detenidamente lo que le estaba provocando en la piel al mocoso albino.

– Pero mira que belleza... – Se deleitaba el tipo de cabello bicolor al notar cómo la piel hinchada de su víctima se tornaba lentamente de color morado, delineando las formas de sus puños marcados grotescamente en el cuerpo de Zero Luminen.

Llevaba más tiempo del que recordaba en esa gloriosa situación. Al principio el mocoso se resistía, y le dio un par de golpes que lo dejó mareado, pero sin embargo, no se esperaba que él tuviera una navaja escondida que le dio en las costillas en cuanto bajó la guardia, aunque no de forma grave, solo lo hizo para detenerlo y sujetarlo, ya que el juego recién empezaba.

– Sabes una cosa, mocoso de Eiyuu. – Le comentó cuando se cansó de golpearlo como un saco de carne, y se sentó para mirar el lánguido bulto recostado en el suelo. – Me tenías enfermo en las misiones. Si no fuera por tu estúpido deseo de no matar a las lacras y toda esa basura pacifista, no te tendría aquí, ciertamente. Dime, ¿Qué consigues haciéndote el mártir, poniéndote delante de mi línea de fuego, tentándome a volarte la cabeza?

El muchacho no dijo nada, solo lo miró con el único ojo que podía abrir sin dificultad.

– Yo te diré lo que consigues, mocoso de Eiyuu. – Pål Vikernes se hincó para estar a la altura de su víctima, y le agarró el cabello y así levantar su cabeza. – Conseguiste llamar mi atención para quebrarte lentamente. Por un momento, creí que Sahada estaría en esta situación, presa ante mi increíble poder... O la damita de Britania. Sus ojos celestes ruegan por ser dominados por alguien como yo.

– ¿Qué... hay... de Fraser? – Logró modular Zero en medio de una extraña pausa que hizo el prisionero en Nynorsk.

– ¡Estás consciente! – Se alegró Vikernes. – ¡Pero qué! ¡Grata! ¡Sorpresa! – A cada golpe de su voz, sus puños se desquitaban con la cara y estómago del muchacho en el piso. – A ese imbécil parlanchín no le haría nada. Solo me encantaría ver su rostro mientras hago llorar sangre a sus preciados camaradas.

La sonrisa de Vikernes era la más macabra que Zero había visto en su vida. Era muy diferente a las que acostumbraba ver en los rostros de sus seres queridos, o a las escalofriantes que se solían exhibir en películas y filmes de dudosa reputación. La sonrisa dibujada en el rostro, manchado de su propia sangre, de aquel hombre al frente suyo era la misma encarnación de la locura, más allá de la que un ser humano normal podía guardar en su interior. Sin embargo, aquella maldita expresión se apagó, en cuanto vio que del cuello de Zero colgaba una cruz de una forma peculiar, igual al emblema que tenía el CRAWLSPACE nuevo de ese mocoso.

– Pero qué cosa tan inusual veo aquí... – Lo observó cuidadosamente entre su mano dominante, separando levemente la joya del cuello de su víctima. – El carmesí se ve casi real – Acarició con delicadeza las secciones rojas de la cruz puntiaguda. – Incluso los puñales alrededor resaltan con sobriedad y elegancia. – Tocó con timidez el detalle del emblema que portaba Zero.

La sonrisa que tanto estaba odiando el muchacho volvió a aparecer, para arrebatarle el tesoro que su madre le había obsequiado.

– Será un buen recuerdo de este día – Se excusó el hombre guardando el pendiente en su bolsillo – ¿En qué estábamos, mocoso de Eiyuu?







La persona tras lo que estaba sucediendo en Eiyuu, se encontraba revisando algunos papeles sobre su escritorio. Como nunca, canturreaba y firmaba aquellos documentos con una sonrisa y una de sus secretarias entró y su inusual comportamiento le llamó la atención.

– Oh, General, usted se encuentra muy feliz hoy.

– Por supuesto, muchacha, – le replicó sin dejar de atender sus deberes - ¿Cómo no estarlo después de atrapar a uno de los responsables de las lacras?

La muchacha, que claramente no tenía porte ni talla para ser una militar cualificada, se llevó los documentos que acababa de firmar el hombre condecorado y moviéndose agraciadamente, dejó al General Holopainen solo en su oficina, o eso es lo que ambos creían.

– ¿Así que atrapaste a uno de los responsables de tus famosas lacras, viejo? – Una figura oscura se encontraba apoyaba en una de las tres repisas que adornaban las paredes al fondo de la oficina del General, en la base militar de Turku.

– ¿Quién? ¿Quién eres tú? – Se sobresaltó el hombre al darse cuenta que no estaba solo en aquel gran despacho – ¿Cómo te saltaste la seguridad?

– ¿Cómo no hacerlo, si son unos simples mocosos con armas de última generación? – El hombre se quitó el sombrero obscuro que llevaba, para dejarlo graciosamente sobre uno de los estantes. – Parecen simples bebés con sonajas. Ni se percataron cuando caminé al lado de ellos.

El tono burlón de aquel hombre, que no era tan desconocido para el General lo enojó un poco.

– Pero si no es nada más ni nada menos que el Señor Killua Zaoldyeck, ¿A qué se debe su visita?

– Oh, miren quién trata de parecer calmado. – Siguió burlándose el Cazador de tres estrellas, acercándose lentamente hacia el militar. Pero este, le disparó con el revólver que tenía en su escritorio, aunque para cuando apretó el gatillo ya había desaparecido el hombre de cabello blanco y largo.

– ¿Pero qué significa...?

– Eres muy lento, viejo. – Le habló la misma voz tras su asiento. Y en una fracción de segundos, el hombre sintió cómo su garganta era apretada con una fuerza descomunal. – Sé lo que has hecho con las armadas que compraste en Rossiya y lo que planeas hacer con los CRAWLSPACE. – La fuerte mano del cazador se transformaba lentamente en una garra que se clavaba en el pellejo del militar, y este gritaba despavorido ante la imagen que entreveía borrosa. – Dame una buena razón para no acabar contigo en este momento...

– Zero... Luminen... - Logró decir el nombre del chivo expiatorio aquel militar en desgracia.

– Sí, tienes razón, él es una buena razón para no acabar contigo. – Lo soltó para caminar a través de la oficina, mientras se rascaba su cabeza aburrida.

Se detuvo Killua para observar unos libros de guerra que tenía guardados el hombre, que le llamaron la atención por su compleja encuadernación. Los tomó y abrió a pesar de los alaridos del viejo general, y lo que encontró lo hicieron silbar del asombro.

– ¡Incluso tienes fotos comprometedoras con tus secretarias y niñas más jóvenes! Sí que eres un viejo maldito. – Lo dijo sin pelos en la lengua, mientras observaba cómo el hombre exclamaba que llamaría a seguridad para llevárselo y darle su merecido por su atrevimiento.

El cazador lo instó a que lo hiciera, y el aludido se percató que las líneas telefónicas estaban cortadas, y nadie venía a su llamado a viva voz. Se encontraba él encerrado junto a ese cazador, que acababa de destruir sus preciados recuerdos con bellas muchachas que podrían ser sus nietas.

– ¿Sabes quién más está al tanto de tus compras ilegales de armamento y planes para capitalizar los CRAWLSPACE? – Le preguntó el último de los herederos Zaoldyeck al General Holopainen. – La presidenta Naomi Turunen, y no está para nada contenta de depositar sus esperanzas en el hombre que ha movido hilos para su detrimento.

El General Sami Holopainen rió tras esa acusación.

– Esa estúpida mujer no sabe nada sobre dirigir países, ¡Yo soy quien debe gobernar esta república! – Exclamó el hombre de rasgos duros. – Yo sé muy bien cómo quitarnos todas estas lacras que yo mismo contraté y a la vez tener el respeto de las demás naciones, ¡E incluso entrar al V5! Yo soy el mejor para gobernar con terror.

– Estás acabado, viejo, ya no hay quien te respete. – El aludido lo miró como si no entendiera. – Ahora vienen por ti.

– Como si eso me fuera a detener. – Se burló ahora el general del cazador, y apretó un botón rojo que escondía bajo el teléfono de su escritorio, lo cual desató una seguidilla de bombas en la base militar de Turku, despedazándola.







El caos provocado por las explosiones en la base a causa de los heridos, rescatistas y paramédicos entrando y saliendo de las ruinas, hicieron pasar desapercibido el encuentro de dos personas en donde alguna vez hubieron celdas y salas de interrogatorio TOP SECRET. Una de ellas apenas podía caminar, herida a causa de la tortura recibida de cierto sujeto peligroso, que fue sorprendido por una explosión y severos golpes en áreas vitales por parte de quien supuestamente era su víctima. Por otro lado, el hombre que lo halló podía respirar aliviado, su hijo seguía vivo, aunque bastante malogrado.

"Vámonos a casa" fue lo último que escuchó el joven Zero Zaoldyeck antes de caer inconsciente en los brazos de su padre.



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