EL RINCÓN LITERARIO: CRAWLSPACE
Evaluación_Respeto
(26 de Diciembre. República de Eiyuu. Centro de Investigaciones de la República de Eiyuu)
Eran las 15:03 de la tarde, y Zero Luminen se encontraba acostado en su cama, con su rostro aún adolorido y con sus obligaciones suspendidas hasta nuevo aviso. Estaba molesto, por el injusto castigo que recibió al darle su merecido a un cuasi psicópata y que además ni el capitán y ni sus superiores apelaron por él.
Definitivamente estaba solo en ese lugar.
Revisaba las noticias por su celular, esperando algún milagro que cambiara su humor, pero todas hablaban sobre el apoyo que se daba al "Movimiento CRAWLSPACE" como en el video que reprodujo de un noticiero emitido la noche anterior.
– Regresamos con nuestra entrevista a uno de los héroes del "Movimiento CRAWLSPACE" – Hablaba animosamente una muchacha pelirroja, periodista de un programa de contingencia. – ¡Demos la bienvenida a Pål Vikernes!
– Buenas noches, gracias por invitarme. – Vikernes se encontraba con traje y corbata, tal como lo vio Zero partir la noche anterior, y se sentó educadamente al lado de la muchacha.
– No, no, muchas gracias a ti por venir. Cuéntanos, la recepción de los CRAWLSPACE ha sido positiva entre la gente, ¿Qué te parece?
– Bueno, me es muy grato saber que la gente apoya el tema de los CRAWLSPACE, hay un equipo muy grande tras el movimiento.
– ¡Me imagino a que es así! ¿Las misiones son muy difíciles?
– ¡Para algunos de mis compañeros claro! Pero eso es porque son débiles aún. – Él soltó una risa orgullosa – En cambio, yo soy experimentado, y sé muy bien lo que debo y no debo hacer.
Y eso encabronó al joven de cabello blanco y enmarañado.
– ¿Cuál fue el verdadero motivo por el que golpeaste a Vikernes, Zero? – Era la tercera vez que le preguntaba Simona Brightman al cadete suspendido que necesitaba evaluación psicológica.
– Ya lo dije, fue para neutralizarlo. – Zero se sentía con la suficiente confianza para acostarse en el diván de la psicóloga con las manos bajo su cabeza y sus piernas cruzadas.
– Zero, esa es solo una excusa. Me dijiste cuando nos conocimos que lo que querías era paz, ¿No es cierto?
– ...
– Zero...
– Sí, dije eso. – La miró a los ojos, pero él de cabeza.
– ¿Y lo estás consiguiendo, así, como un niño berrinchudo?
– ... – Zero se sentó correctamente en el diván, posando ambas manos sobre sus piernas, y bajando la mirada. Luego de una pausa que resultó una eternidad para la profesional, el muchacho confesó.
– Eran niños asustados. Ellos pidieron asilo... Y Vikernes no dudó en dispararles.
– ¿No estabas anteriormente molesto con él, porque no te obedecía?
– ¡¿Por obedecerme?! ¡Eran personas las que estaban ahí, cantando villancicos y riendo porque sería navidad! – Zero terminó diciendo todo lo que estaba guardando. – ¡Todo lo que le pedía era que averiguara si eran peligrosos o no!
– Zero... – Suspiró la psicóloga. – Leí los reportes de todos tus compañeros, e incluso escuché las grabaciones de sus conversaciones en la misión... No lo dijiste.
– ...
– Si tan solo hubieras sugerido "Primero veamos si son peligrosos", el Capitán Fraser lo hubiera aceptado.
– ¡Pero no evitó que Vikernes disparara! ¡Tuve que interponerme para que cesara el fuego!
– Entiendo, Zero, pero no deberías sacrificarte, y menos por Vikernes.
– ¿Por qué? – Zero la miraba curioso.
– Mira, no debería decirte esto, pero creo que de todas formas lo sabes, ¿No? Ese sujeto es peligroso. Se encuentra en este proyecto solo por pedido del General.
– ¿Es por sus antecedentes en Nynorsk?
– Exactamente, de hecho su cabeza tiene precio para la Asociación de Cazadores.
– ¿Entonces cómo Botobai permitió que estuviera acá?
– Me imagino que hay una razón para ello, pero es TOP SECRET. – La psicóloga se acercó a su paciente, y se sentó al lado de él. – Zero, depende de ti lograr trabajar con gente de este tipo. Eres un joven humanitario que intenta ver la vida con optimismo, y si te pusieron al lado de alguien tan oscuro como Vikernes, es porque tú puedes contenerlo.
Zero suspiró, y se echó para atrás, tocando la pared con su cabeza.
– Tiene algo que no me da confianza.
– Lo sé, y es bueno que te des cuenta, pero no intentes golpearlo en medio de una misión, porque si lo haces nuevamente te llevarás algo más grave que una suspensión.
– Entiendo – Musitó el joven, como si su madre lo estuviera regañando y él le dijera unas palabras para tranquilizarla.
– Además, debes saber, joven Luminen, que tu evaluación psicológica dice que estás bien, y que fue un conflicto de intereses lo que te llevó a neutralizar a Vikernes.
– ¿Es en serio? – Zero la miró feliz.
– Sí, pero como recomendación, deberías cultivar las relaciones con tu bloque.
– ¿Eso me hubiera ahorrado todo esto, verdad?
– Quizás. Pero no debes lamentarte por el pasado. Vive el presente y erige tu futuro.
Zero dejó el despacho de la psicóloga Simona Brightman, con un sobre en la mano que lo daba de alta, y se dirigió a la sala donde estaban entrenando sus compañeros.
– ¡Capitán Fraser! – Exclamó Zero Luminen para llamar la atención de Alexander Fraser quien se encontraba luchando desarmado contra Sahada Chirau.
– ¡Oh, Luminen! ¡Apareciste! – Corrió el joven pelirrojo para saludarlo. A pesar de que vivían en el mismo lugar, raramente se dirigían una palabra, ya que Zero Luminen era muy aislado.
– Capitán, traigo el informe de la psicóloga Brightman.
– Excelente, ¿Y, estás autorizado? – Zero sonrió y le dijo que sí.
– Perfecto, ya hacías falta, Luminen – Se acercó a ellos Anais Sandringham. – De hecho cámbiate ahora mismo y ven a practicar con nosotros, estoy harta de entrenar con Vikernes.
– ¿Vikernes está acá? – Preguntó el recién llegado, y acto seguido, el recluso de cabello mitad blanco y mitad negro, se acercó a ellos.
– ¿Me buscabas, pequeña sabandija? – Se burló el grandote de casi 1.90 –Estoy dispuesto a darte una oportunidad para disculparte.
– De hecho quiero saldar nuestras cuentas, Vikernes. – Zero se desabrochó la parte superior de su overol gris y lo amarró en su cintura.
– Interesante... Ahora quieres luchar como un hombre. – el joven albino no tomó sus palabras en cuenta, sabía que lo hacía para provocarlo.
– Oigan, muchachos, tranquilícense... - Trataba de calmar la situación Chirau, pero fue detenida por Fraser.
– No, lassie, déjalos solucionar esto a nuestro modo.
Tal como dijo Fraser, Zero decidió enfrentarse directamente a Vikernes y así darse a entender de buenas a primeras que estaba en contra de sus prácticas.
El primero en atacar fue el recluso, y con un puñetazo digno del boxing, intentó dar de lleno en la boca de su adversario, no obstante él lo esquivó. Siguió atestando golpes el hombre de 1.90, pero Zero Luminen era más rápido y lograba evitar aquellos ataques, hasta que dio un movimiento en falso hacia adelante y Vikernes aprovechó la oportunidad de llegar a su estómago, sin embargo, el muchacho albino no estaba.
Dudó por un segundo el atacante, y en ese momento escuchó a sus espaldas
– Muy bien, ahora es mi turno.
Zero apareció tras Vikernes y empezó su contraataque cuando este se dio vuelta, con una patada en pleno estómago: Al agacharse el grandulón, aprovechó de subir por su espalda y dando un giro en el aire, tomó su cabello amarrado en una cola y lo jaló, haciendo que su cara se levantara y recibiera otra patada. Vikernes tomó la pierna derecha de Zero con las manos, y para soltarse probó patearlo con su pierna izquierda, sin embargo esta igual fue capturada. Mientras caía, se afirmó con sus brazos en el piso, y logró que el criminal del Reino de Nynorsk perdiera el equilibro, desplomándose encima de él.
Pero Zero alcanzó a girar antes de que aterrizara su oponente, y se alejó rápidamente de él, quedando en pose para seguir atacándolo. Vikernes lentamente se paró, riéndose mientras se secaba la sangre que salía de su nariz.
– Esto es más que suerte de principiante.
– Ese golpe que te dejó inconsciente no fue suerte. – Dijo Zero con la respiración entrecortada. – Puedo ser así de fuerte de un momento a otro.
– ¿De verdad? – Pål Vikernes dudaba de la capacidad real del jovencito que lo retó a un duelo. – Eso quiero verlo...
Él también adoptó una pose para atacar, y al mismo tiempo, se intentaron golpear, sin embargo, el puñetazo que Zero le dio en el pecho lo mandó a volar hacia la esquina opuesta de la sala de entrenamiento especial para ellos.
Fraser, Sandringham y Chirau quedaron sorprendidos de que el único daño que recibió Luminen fuera una comisura abierta en el labio la cual solo provocó un botón de sangre, y en cambio Vikernes quedó K.O. aplastado por unas pesas que cayeron de un estante.
– Oh, diablos, se me abrió la herida del labio. – Musitó Zero al percatarse que le dolía nuevamente.
– ¡Lu... Luminen! Eso fue impresionante – Felicitó Sandringham. – Siempre quise ver cómo le patearían el trasero a ese malnacido.
– En los entrenamientos nunca había visto a este Luminen – Chirau era quien estaba más sorprendida de todos. – Siempre te veías tan calmado...
– Ninguno de ustedes me sacaba tanto de quicio.
– ¡¿Ni siquiera Dimitrakos?!
– Nop, él era simpático después de todo.
– Barra – Dijo serio Fraser y eso sacó del gozo a las chicas y a Zero. –Dime, ¿Quién te entrenó? Ese poder no se consigue únicamente con el entrenamiento de la Señorita Biscuit Krueger.
Zero guardó silencio. No quería decirles quién era, pero al recordar las palabras de la psicóloga "deberías cultivar las relaciones con tu bloque", no le quedó de otra que hablar un poco sobre él, sin mentir.
– Mi padre, desde pequeño.
Él joven intentó no mostrar el dolor que sentía al recordar a su padre, un hombre audaz, divertido, que lo guiaba y protegía... Pero que por primera vez en su vida lo vio romperse en cuanto se enteraron que su madre fue atacada en los atentados que cruelmente realizaron hace un año. Intentó guardar la calma tocando el amuleto que llevaba colgado al cuello, pero advirtió que no estaba.
– Creo que buscas esto, barra. – Alexander Fraser le pasó un pendiente en forma de una cruz roja puntiaguda, rodeada de cuatro espadas.
– Gracias.
– ¡Es realmente hermosa, Luminen! – Dijo Chirau impresionada por la belleza del amuleto que se volvió a colgar Zero en su cuello. – ¿Significa algo?
– Que me cuide. – Sonrió tristemente el joven. – Que me cuide de quien soy.
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